“… deberíamos esforzarnos en mantener las características del sistema basado en papel y lápiz al transitar hacia sistemas más opacos como los del voto electrónico. La mejor forma de lograrlo es implementar la traza en papel verificable por el votante y la posterior auditoría estadística…».
El 16 de abril se cumple el período dado por el Servel para la presentación de propuestas de estudios comparados y modelos disponibles de sistemas de voto electrónico. Resulta oportuno, entonces, resaltar dos aspectos que se dan por descontados en los sistemas de voto en papel y que, por ello, son fáciles de obviar al hacer la transición a voto electrónico: la importancia de la traza en papel verificable por el votante ( voter-verified paper trail) y que el sistema sea auditable.
La traza en papel se logra cuando la máquina en que el elector vota imprime, además, la papeleta con su preferencia claramente marcada. Esto le permite al votante verificar que su opción ha sido cabalmente registrada. El voto impreso es posteriormente colocado en la urna, ya sea por quien sufraga o por la máquina bajo la supervisión del votante. El mostrar en pantalla el voto no permite la referida comprobación, ya que la máquina podría internamente registrar algo distinto a lo que despliega el elector.
El objetivo de disponer de una copia del voto en papel verificada por el elector es permitir la realización de una auditoría al término de la votación, por ejemplo, escogiendo urnas al azar de acuerdo con un esquema estadístico predeterminado para ser contabilizadas por los vocales y, luego, contrastando el resultado con el que reporta la máquina. La detección de diferencias permitiría gatillar auditorías más profundas. Para bien de la democracia, creemos que se debe elevar a esencial la obligación de implementar la traza en papel verificable por el votante y de realizar una auditoría estadística.
Si no se hiciera así, sería técnicamente difícil garantizar que no exista la posibilidad de manipular maliciosamente las máquinas de votación antes, durante o después de su uso. La complejidad y envergadura de los sistemas involucrados hace que su monitoreo y auditoría sean caros y requieran sofisticada experticia técnica. Las dificultades se ven exacerbadas por el uso de máquinas con hardware o tecnología propietaria que encarece su estudio, limita su acceso y expone a quienes las analicen a demandas judiciales. Por todo lo anterior, los sistemas de voto puramente electrónico resultan opacos incluso para los expertos, generan suspicacias en la opinión pública y pierden legitimidad democrática.
La adopción del voto electrónico se ve favorecida si se mantienen las características positivas del esquema clásico basado en papel y lápiz. En el caso chileno, es destacable el carácter público del recuento de votos: poder verlo por televisión o en vivo y participar en el recuento celebrando o lamentando cada voto. Un sistema auditable con traza en papel verificada por el votante preserva de mejor forma esta característica del actual sistema.
Los sistemas de voto electrónico deben ser diseñados pensando en un escenario de elección reñida en un contexto social polarizado y de desconfianza en las autoridades e instituciones. Por ejemplo, en el caso de Chile, en circunstancias como el plebiscito entre el Sí y el No de 1988. Adoptar un sistema no auditable o sin traza en papel acostumbraría a la ciudadanía a procesos eleccionarios poco transparentes y haría más difícil instaurar controles efectivos ante la aparición de tendencias autoritarias.
Un ejemplo reciente de lo inconveniente de la ausencia de una traza en papel auditable es la manipulación en un millón de votos de un total aproximado de 8,1 millones denunciada por Smartmatic, la empresa proveedora del sistema de voto electrónico utilizado en la elección de la Asamblea Nacional Constituyente realizada en Venezuela en 2017 (de más está decir que el gobierno de Venezuela desestimó la denuncia). Otro ejemplo es el mencionado plebiscito de 1988, en que se organizaron varios recuentos independientes para detectar y documentar cualquier intento de fraude electoral. Es difícil concebir acciones similares de resguardo de la voluntad popular con voto electrónico sin traza en papel.
El sistema basado en papel y lápiz en uso en el país es simple, bastante transparente y, por lo tanto, sencillo de entender. Especialmente, en lo que concierne a la emisión del voto y el conteo a boca de urna. Deberíamos esforzarnos en mantener estas características al transitar hacia sistemas inherentemente más opacos como los de voto electrónico. La mejor forma de lograrlo es implementar la traza en papel verificada por el votante y la posterior auditoría estadística. P
Marcos Kiwi
Investigador del Centro de Modelamiento Matemático, U. de Chile
Alejandro Hevia
Académico del Departamento de Ciencias de la Computación, U. de Chile
Tribuna
“El Mercurio”
Domingo 01 de abril de 2018